Una chica se encuentra de pie mirando al mar, parece que espera a alguien. Se la ve tranquila y segura de sí misma aunque tiene un aire de preocupación. Como si fuera a pasar algo que no espera.
Pasaron los minutos y el sol que estaba alto a su llegada, se escondió, asustado, en el horizonte.
Quedaron allí al atardecer pero él no apareció.
La chica se fue a dar una vuelta por la playa. Sola. Triste y sola. Para ella hoy era un día importante, tenía que hablar con él. Y horas antes de salir de casa, un pensamiento le atravesó la mente: ¿y si no iba? En ese momento se prometió a sí misma que si no aparecía en la playa antes de que se escondiera el sol, se olvidaría de él para siempre. Claro que una cosa era decirlo y otra cumplirlo… Pero tenía que ser fiel a sí misma. Si no lo era hacia ella misma, ¿hacia quién podría serlo? Le dijo que era importante, lo sabía. Aun así, nadie se acercó a la playa. Ni si quiera alguien que no quisiera ver.
Se sacó el móvil del bolsillo y empezó a borrar todas las pruebas que poseía de que algún día ese chico existió en su vida. Borró mensajes, llamadas y fotos. Sólo quedaba su número de móvil. Tragó saliva y siendo consciente de lo que eso conllevaba, le dio al botón “C” con cierta duda y una ventanita dijo: “¿Estás seguro de que quieres borrar este contacto?”. La verdad, pensó, era que no estaba segura de nada en ese momento, sabía que no quería borrarlo de su móvil porque significaba que lo haría también de su vida, pero tenía que hacerlo. No era ningún juguete al que manejar y con el que poder divertirse cuando quisiera. No quería ser utilizada nunca más…
Finalmente pulsó: “Sí” con duda y pasado un segundo en la pantalla apareció un mensaje que decía: “Contacto borrado”. Lo había hecho. Un escalofrío recorrió su cuerpo y entonces entendió el mensaje que el destino le había mandado. Una sonrisa irónica se dibujó en sus labios y su cabeza bajó lentamente hasta tocar su pecho. Decía que ellos no estaban hechos el uno para el otro. Nunca lo estuvieron y nunca lo estarían. Todas esas señales… “Me decían que no podría ser aunque quisiera”, se dijo a sí misma.
De los ojos de la chica empezaron a salir grandes lágrimas que empañaron su vista un instante para después caer en caída libre a la arena… Le había dolido darse cuenta de esa gran verdad, y sobre todo justo ahora que se había enamorado de él. Ahora el mundo que veía era menos bello que antes. Ahora quería arrancarse el corazón y la piel a tiras para ver si el dolor físico acallaba el que llevaba dentro. Pero sabía que no iba a servir de nada.
En ese momento sintió una mano que le tocaba el hombro. Se limpió las lágrimas y se volvió para ver quién era, pero entonces, el sueño terminó.
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