Decir que estoy bien sería como intentar convencer a un ateo de que Dios existe.
Decir que estoy mal sería igual a mentir.
Pero si no estoy mal ni bien, ¿cómo estoy? Confusa, temerosa, enfadada... ¿Indiferente? Sí, indiferente.
Siento indiferencia. Igual que tú. Pero la mía no es fingida, la siento de verdad. Ahora que se ha zanjado por mi parte el asunto y he dicho todo lo que debía decir, me siento tranquila.
¿Sabes? Cuando hoy te he visto no he sentido nada. Nada de nada. Ni si quiera nerviosismo. Es que lo peor era que no aceptaba que se había acabado. Y para mí no lo había hecho, así que después de acabarlo por mi parte, porque yo ya sabía que por la tuya ya se habia acabado, estoy tranquila.
Sólo debo quitarme los pocos recuerdos que tengo de ti. No será difícil porque no siento nada cuando te pienso. Sólo es un recuerdo de tantos. Sólo es un capítulo de un libro sin hojas. Sólo es una butaca vacía en un teatro por llenar de sueños, ambiciones y sentimientos.
El amor perdió su butaca cuando lo eché del circo que es mi vida.